El Diseño de Dios para el Hombre y la Mujer

Si te preguntase, ¿cómo ves los tiempos en los que vivimos? ¿que dirías? Es muy seguro que tengas multiples respuestas y ninguna seria muy agradable. Por ejemplo…

Oscuridad, Tinieblas, a lo bueno se le dice malo y a lo malo bueno, caos, desesperación, incertidumbre, desesperanza, etc.

Ciertamente el problema principal y la razon por la que de inmediato podríamos dar adjetivos negativos y desagradables a los tiempos en los que vivimos se debe al pecado que reina, no solo en esta tierra y lo material que la compone, sino en toda la raza humana. El pecado entro a la humanidad y con el la muerte, cambiando todo lo perfecto y eterno que Dios había creado (Génesis 1-2) por destrucción y muerte, así como nos dice Romanos 5…

Romanos 5:12 NBLA

Por tanto, tal como el pecado entró en el mundo por medio de un hombre, y por medio del pecado la muerte, así también la muerte se extendió a todos los hombres, porque todos pecaron.”

Fue tan destructiva la entrada del pecado al mundo que no solo causó el homicidio entre hermanos, sino que también marcó el comienzo de los celos, la envidia y sobre todo, el orgullo del hombre. Esto desató una cadena de eventos que también impactaron la manera en la que los roles del hombre, la mujer y el matrimonio se conducen.

Pero, ¿cómo podemos entender estos roles y como y para que fueron diseñados por Dios?

Primero, el diseño de Dios para el hombre y la mujer se caracteriza por una profunda igualdad y complementariedad. Dios creó al hombre y a la mujer con igual dignidad, siendo igualmente valiosos ante Él, de modo que degradar a cualquiera de los dos sería pecar contra Dios. Ambos fueron creados a imagen y semejanza de Dios, con el propósito de reflejar sus características.

En este punto es importante recordar la creación…

Genesis 1:26 NBLA

“Y dijo Dios: «Hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza; y ejerza[q] dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra».”

Esa “imagen de Dios” o Imago Dei, se refiere a la moral de Dios, el carácter de Dios, y en cierto modo, los tributos de Dios… como por ejemplo- el amor, la misericordia, la bondad, la piedad, la santidad, etc. Atributos de Dios que son comunicables de El a nosotros. Por otra parte, la “semejanza de Dios” implica que seremos sus heraldos en esta tierra, portadores de la imagen invisible pero hecha visible en y con nuestras vidas. Es por esto que alterar los roles del hombre y la mujer es pecar contra el Dios Soberano que creo tanto a hombre como a mujer a Su imagen.

Dios los creó con funciones complementarias, no como inferior y superior, sino para que la mujer ayude, complemente y apoye el liderazgo del hombre tanto en la familia como en la iglesia.

“El hombre fue llamado a asumir un rol de liderazgo espiritual, sobre todo en el hogar y en la iglesia y la mujer fue llamada a responder ante ese líder siervo y piadoso, y a afirmarlo, sobre todo en la iglesia y en el hogar.”

Segundo, Dios quiso que el hombre y la mujer estuvieran en relación, para complementarse y completarse el uno al otro. La mujer fue creada como compañera y ayudante del hombre, no como su subordinada… la mujer NO es esclava del hombre. La palabra hebrea para ayudante, ezer, también se utiliza para describir a Dios mismo: connota fuerza y apoyo, no inferioridad. Cuando Dios presenta a la mujer a Adán, exclama con alegría: “Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Génesis 2:23). Se hace hincapié en su unidad e igualdad: no se toma a la mujer de la cabeza del hombre para dominarle, ni de sus pies para ser pisoteada, sino de su lado para ser su pareja. Están llamados a convertirse en “una sola carne” en un vínculo de amor y entrega mutua (Génesis 2:24).

 Las Escrituras nos proporcionan una rica visión del matrimonio como pacto de amor entre marido y mujer, que refleja el amor de Cristo por la Iglesia. Si bien las expresiones culturales pueden variar, hay principios perdurables que podemos discernir sobre los roles de los cónyuges en un matrimonio cristiano. El esposo y la esposa están llamados al amor mutuo, el respeto y la sumisión entre sí por reverencia a Cristo (Efesios 5:21). Su relación debe caracterizarse por el amor que se da a sí mismo, no por el dominio o la desigualdad. Son “herederos de la gracia de la vida” (1 Pedro 3:7), socios iguales en el don de la salvación de Dios.

 Tercero, la Biblia habla de esposos que aman a sus esposas sacrificialmente, así como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella (Efesios 5:25). Este amor no se trata de ejercer poder o dominio, sino de nutrir, proteger y servir. Los esposos están llamados a entender y honrar a sus esposas, tratándolas con gentileza y respeto (1 Pedro 3:7). Deben proveer para sus familias material y espiritualmente, ofreciendo un liderazgo que empodere en lugar de disminuir.

La Escritura también llama a las esposas a respetar a sus esposos y a someterse a ellos en cuanto ellos se someten al Señor (Efesios 5:22-24). Pero debemos entender esta sumisión a la luz del ejemplo de Cristo de liderazgo de servicio. No se trata de inferioridad u obediencia ciega, sino de una entrega voluntaria por amor y confianza. Las esposas deben ser socias en la toma de decisiones, ofreciendo su sabiduría y dones para fortalecer el matrimonio y la familia. Ambos cónyuges son instruidos a someterse el uno al otro (Efesios 5:21), lo que indica una relación de deferencia mutua y consideración.

“Por ultimo, en Cristo, vemos la posibilidad de curación y restauración en las relaciones entre hombres y mujeres. A través de su amor sacrificial, Jesús nos muestra el camino de regreso al diseño original de Dios. Este amor que se entrega a sí mismo es el antídoto por la conducta egoísta del poder que resultó de la Caída.”

De esta manera, el diseño de Dios para el hombre y la mujer se convierte en un testimonio viviente de la obra redentora de Cristo, donde ambos cónyuges son llamados a reflejar la gracia, el perdón y la entrega mutua. Al abrazar el modelo de amor sacrificial, las parejas pueden superar las heridas y divisiones heredadas de la Caída y construir una relación fundamentada en la confianza, el respeto y la colaboración. Así, la restauración que Cristo ofrece no solo transforma el vínculo entre hombre y mujer, sino que también permite que la familia funcione como un reflejo del amor de Dios ante el mundo, cumpliendo con el propósito original de unidad y comunión que Él pensó desde el principio.

En la Presencia del Señor

Coram Deo

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