Una Invitación a Celebrar
Primera Escena: Imagina que la empresa a la cual has dedicado mas de 5-10-20 años de tu vida ahora cierra sus puertas y estas sin empleo, con compromisos financieros que no puedes cumplir y familia que sostener. Esto sería un gran problema, ¿verdad? Bueno, ahora imagina que en medio de tu desesperación por falta de empleo y una entrada económica, un hijo, una hija, esposa o esposo se enferman y no puedes costear los gastos médicos y no tienes seguro médico que les cubra… Esto no solo sería un gran problema, esto sería un caos, sería una catástrofe.
“No existe duda de que, en medio de las mas grandes tribulaciones, nos podríamos sentir débiles, impotentes, con gran incertidumbre y un gran temor que nos agobia… ciertamente sería casi imposible estar en paz.”
Segunda Escena: Ahora imagina que el país que una vez tanto amaste se encuentra dividido, destruído, invadido por un liderazgo corrupto, amenazado por grandes poderes internacionales y aparentemente a punto de colapsar. Imagina a tus mejores líderes paralizados por su falta de carácter, indecisión e imprudencia en las alianzas internacionales. Imagina que el alimento comienza a escasear, la seguridad publica comienza a desaparecer, el crimen aumenta y tu vida y la de tu comunidad esta en peligro de muerte…
“En medio de la tribulación mas cruel que podamos estar atravesando, Dios esta en absoluto control y nada se le escapara de Sus manos… nuestras vidas y nuestro futuro esta seguro en El.” A.Colón
Estos casos que hemos mencionado, no están ajenos a nuestra realidad y no son ficticios. En realidad, estas son situaciones que ocurren a diario en todo el mundo… y también ocurrió en el tiempo de los dos reinados que encontramos en las Escrituras, Israel en el norte y Judá en el sur. Todas estas situaciones moldearon las condiciones políticas, culturales y sociales de Jerusalén en el siglo VIII a. C., las cuales proveyeron el trasfondo para el cumplimiento de la profecía de Isaías 9:6-7. El reino del norte de Israel se había rebelado contra el reino del sur, Judá, al unirse neciamente con Siria al norte, una coalición que conduciría a la destrucción de ambas partes a manos del ejército asirio. Judá se quedó solo y con escasas posibilidades de supervivencia.
En medio de esta terrible y caótica situación, Isaías pronunció un oráculo de esperanza acerca de un niño que nacería en el reino y traería la restauración nacional e internacional al mundo. Esta era, sin duda, una gran invitación a celebrar.
Isaías 9:6-7 NBLA
“Porque un Niño nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado, Y la soberanía reposará sobre Sus hombros. Y se llamará Su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz. El aumento de Su soberanía y de la paz no tendrán fin Sobre el trono de David y sobre su reino, Para afianzarlo y sostenerlo con el derecho y la justicia Desde entonces y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará esto.”
El pasaje comienza asegurando a la audiencia sureña que el reino del norte será incluido en la restauración del exilio (Is 9:1). La restauración venidera incluirá a todos los hijos de Israel, aun a las tribus rebeldes del norte (ver Ez 37:16-17). Llegará el día en que terminará la oscuridad del exilio hasta para el norte y su capital, Samaria; aparecerá la aurora de la restauración y del nuevo Rey. Una gran Luz llegaría y sacaría a su pueblo de las tinieblas.
—El Evangelio de Mateo muestra cómo la restauración del reino llega a través del ministerio de Jesucristo (Mt 4:12-16). Él es la luz que brilla en las tinieblas.
Mateo 4:12-16 NBLA
“Cuando Jesús oyó que Juan había sido encarcelado, regresó a Galilea. Saliendo de Nazaret, fue a vivir en Capernaúm, que está junto al mar, en la región de Zabulón y de Neftalí; para que se cumpliera lo que fue dicho por medio del profeta Isaías, cuando dijo:
«¡Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,
Camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles!
-»El pueblo asentado en tinieblas vio una gran Luz,
Y a los que vivían en región y sombra de muerte,
Una Luz les resplandeció».”
Desde la perspectiva de Isaías, lo importante es que esta restauración venidera traerá consigo la reunificación de los dos reinos de Israel a través de un rey del linaje de David (ver 2 Sam 7:14). El nacimiento del niño marcará el fin de su sufrimiento en el exilio. El niño en Isaías 9 es el nuevo rey que inaugurará el período de restauración para el pueblo de Dios luego de los largos años de exilio.
Isaías 9:1-7 proclama una ceremonia de coronación en la que los títulos de la realeza se leen en voz alta ante una audiencia de súbditos y dignatarios. En este caso, cada título representa las características del nuevo Rey, las cuales le servirán en su reino venidero como la luz que reemplaza la oscuridad del exilio que se avecina.
Admirable Consejero: El significado de este título podría parecer poco claro para una audiencia moderna. En este caso, un consejero representa un maestro de la sabiduría y sus enseñanzas. Este sabio consejero serviría en la corte del rey, quien a su vez gobernaba como jefe del poder judicial de la nación. Sin embargo, el rey restaurador se destacará en todas las áreas de la sabiduría, así como Salomón en la antigüedad, pero él mismo será un consejero maravilloso cuyo consejo va acompañado de milagros que confirman su mensaje (Mt 12:42; Lc 11:31; 1 Co 1:24). Como tal, él resolverá el problema de liderazgo deficiente que ha existido a través de la historia (Is 3:3).
Dios Poderoso: Este título indica que el rey será identificado por la soberanía divina de la cual se deriva su autoridad. Este rey no será como el primer rey de Israel, Saúl, quien era «pequeño a sus propios ojos» (1 Sam 15:17). Esa inseguridad lo llevó a guiar a la nación según sus propios planes y no según los planes de Dios. El rey restaurador será identificado con el rey divino y soberano del cual él, y todo líder terrenal, recibe su autoridad en la tierra (Mt 28:18).
Padre Eterno: Este título implica otra característica del trono: el rey como padre de la nación. Los cristianos recordarán que la paternidad de Dios es el tema principal de la oración que Jesús enseñó a Sus discípulos (Mt 6:9). En la oración se anima al creyente a orar a Dios como a un Padre cuyo reino vendrá y cuya voluntad real debe cumplirse tanto en el ámbito terrenal como en el celestial. En Isaías 9, el lenguaje de paternidad en este pasaje no tiene la intención de transmitir una intimidad cercana sino la reverencia con la que uno se dirige al rey (Jn 10:30; 14:9-10).
Príncipe de Paz: Este último título se refiere a la abundancia y la totalidad del reino de restauración que está por venir. El título «príncipe« no es necesariamente un título de menor autoridad gubernamental que el de «rey«, sino que incluye a un grupo más amplio de gobernantes. El futuro hijo de David no solo será rey, sino que será un gobernante que marca el inicio de un período de shalom (paz), de bienestar y de integridad comunitaria para el reino. Se hará justicia. Se le dará descanso al pobre y al oprimido. Y cada uno vivirá plena y totalmente según la vocación que Dios le otorgó (Jn 17:20-23; Gál 3:27-29; Flp 1:6).
Para el profeta Isaías, la seguridad de este reino de restauración y de su rey proveían un gran motivo de esperanza y celebración. Los suyos eran tiempos oscuros, e iban a ser aún más oscuros, pero el Señor en Su «celo» (Is 9:7) no permitiría que la oscuridad durara para siempre.
Tenemos mucho en común con la audiencia de Isaías. Cuanto más tiempo parecía Dios ausente en las sombrías realidades del exilio, más audaz era la afirmación de que venía un rey restaurador.
Las palabras de Isaías pudieron ser tomadas con escepticismo. El pueblo enfrentaba una invasión potencial por parte de Asiria que les causaba una angustia inmensa. Las autoridades aumentaban la desesperanza al sembrar el caos producto de sus propias maquinaciones y alianzas políticas fallidas.
Así como el pueblo el dia de hoy esta sumido en terror, inestabilidad, incertidumbre y caos… así también el pueblo temeroso de Israel y Judá estaba sumido en teorías de conspiración que causaban más pánico y ninguna solución (8:12).
“Habían dejado la Palabra fiel y poderosa de Dios para buscar respuestas inciertas en adivinos y espiritistas (Isa. 8:19-20). Así como el pueblo de hoy busca respuestas en lo material, en gobiernos fallidos, en economías inestables y sociedades sumergidas en tinieblas.”
En medio de esa realidad angustiante y desesperanzada (que tu y yo también vivimos hoy), Isaías afirma en nombre de Dios: «Pero no habrá más melancolía para los que estaban en angustia» (9:1). Más de uno podría haber pensado que Isaías estaba loco o era un cínico despiadado, pero esto no era un pensamiento positivo del profeta, sino Palabra de Dios.
“El mensaje era desafiante porque declaraba que la historia humana no es el fin de la historia. Dios es el Señor de la historia y su final no lo escriben los imperios de este mundo ni sus actores circunstanciales, sino la mano del Rey Todopoderoso. “
Por eso Isaías señala que, desde los extremos oscuros de las tinieblas y las sombras de muerte, surgirá una luz resplandeciente y una alegría abundante. Un regocijo que no surgirá por ellos, sino por la «presencia» de Dios y la victoria divina absoluta sobre el opresor (9:3-4).
Esta victoria completa tiene una garantía sorprendente…
Isaías anuncia la llegada de un «Niño», pero no un humano cualquiera, sino el Mesías, el Redentor prometido, el Dios Soberano hecho hombre.
En completa oposición a todos los tiranos destructores y violentos del mundo, Él será “Príncipe de Paz” (9:6). Era extraño el anuncio de un niño-rey cuando se necesitaba un rey maduro que trajera liberación inmediata al pueblo. Pero el Señor tiene control sobre la historia y Su plan se cumplirá en su tiempo. Isaías estaba anunciando con anticipación a Jesucristo, quien luego de morir y resucitar por nosotros en el tiempo divino, ya reina, está sentado a la diestra del Padre y gobierna con “el derecho y la justicia Desde entonces y para siempre” (9:7).
Todavía hoy, luego de unos 2,800 años de esta profesía, estamos sumidos en melancolía, angustia, temor, incertidumbre y caos al enfrentar conspiraciones y enemigos al acecho, enfermedades, destrucción, guerras… pero te animo a que no descanses en tus fuerzas o en los sueños utópicos del mundo pasajero. En cambio, descansa en el «Admirable consejero, Dios poderoso, Padre eterno, Príncipe de Paz», quien pagó por tu liberación, ya reina y volverá sin falta por segunda vez.
Te hago una Invitación a Celebrar que ya hoy no tienes porque vivir mas en tinieblas y temor… pues nuestro Gran Rey y Sumo Sacerdote, Jesús el Cristo, nació, murió y resucitó para ascender a la diestra del Padre y así, cargando nuestra condenación, darnos Gracia, Paz y Redención.