Discípulos Caracterizados por una Vida de Oración
¿Qué es lo que más anhelamos ver desarrollarse en nuestra vida espiritual?
Una vida piadosa…
Una vida santa y en santificación…
Una vida que en todo puede vivir en gozo…
Una vida que memoriza, medita y aplica la Palabra de Dios…
Una vida de servicio a los hermanos en la fe y al prójimo…
Una vida que ama como Jesús nos amó…
Una vida como un discípulo que proclama la verdad del Evangelio…
Todas las frases antes mencionadas podrían muy bien ser una afirmación de como va nuestra vida espiritual. Todas estas afirmaciones son, en esencia, correctas y es parte de como debería verse la vida de un verdadero Discípulo del Señor.
Si hacemos una introspección, una catarsis de quienes somos y como realmente va nuestra vida espiritual, podríamos decir que estamos muy cortos de cumplir a cabalidad con el listado antes mencionado, y mucho menos cumplir con todas las disciplinas que son requeridas en la vida de un verdadero discípulo de Cristo.
Con el pasar de los años vividos en el Señor, he podido aprender que, además de todas las disciplinas espirituales que debo poner en práctica cada día de mi vida, la oración es algo en lo que tengo que trabajar con mas esmero y empeño; es decir, tengo que esforzarme mucho más para que sea una disciplina contínua.
Pero quizás, lo que en realidad ha estado fallando en mi caso —y posiblemente en el tuyo— no es el empeño y esfuerzo que debemos poner a la oración, sino mas bien, es que la oración es vista meramente y solamente como una disciplina y no como un aspecto esencial de nuestra relación con Dios.
Sin embargo, brotando de esta disciplina hay un fruto precioso: el deleite en Dios y la oración es el medio que nos lleva a deleitarnos en la presencia de Dios. Quizás la persona que más me ha ayudado a ver la oración como un deleite es el pastor John Piper. En su libro Sed de Dios dice, “En el acto de la oración se reúnen de manera especial dos metas: la búsqueda de la gloria de Dios y la búsqueda de nuestro gozo” (p. 188). Ademas, añade Piper, “La oración es la forma que Dios ha señalado para que nuestro gozo sea cumplido, porque es el aire que produce el calor interior de nuestro corazón hacia Cristo” (p. 183).
Es por esto que pienso que la oración es el deleite de escuchar, hablar, y meditar en Dios. Es una negación a mi dependencia de mí mismo; es el arma para matar mi orgullo y pecado. Es venir ante mi Dios en Cristo y guiado por el Espíritu, entendiendo que aun en las cosas que no sé ni conozco el Espíritu intercede por mí ante el Padre.
En el Aposento Alto podemos apreciar con mayor claridad un ejemplo de lo significa la disciplina de la oración y como esta caracteriza nuestra vida como discípluos del Señor Jesus.
Hechos 1:12-14 NBLA
“Entonces los discípulos regresaron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo. Cuando hubieron entrado en la ciudad, subieron al aposento alto donde estaban hospedados, Pedro, Juan, Jacobo y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas, hijo de Jacobo. Todos estos estaban unánimes, entregados de continuo a la oración junto con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con Sus hermanos.”
1. El fundamento de la oración: La santificación del nombre de Dios
En Mateo 6:5-13, Jesús nos muestra que la oración bíblica es expresada por un corazón dependiente que busca y ama que Dios sea santificado. En otras palabras: la oración está centrada en Dios y no en mí. El creyente debe entender que la oración busca que —de principio a fin— toda la atención sea dada al buen y soberano Dios que escucha la oración.
Este fue el ejemplo que el Señor Jesús le dio a sus Discípulos en unas palabras de consuelo que encontramos en el Evangelio según Juan:
Juan 14:12-14 NBLA
“En verdad les digo: el que cree en Mí, las obras que Yo hago, él las hará también; y aun mayores que estas hará, porque Yo voy al Padre . Y todo lo que pidan en Mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me piden algo en Mi nombre, Yo lo haré.”
La clave se encuentra en entender que no se trata de nosotros, lo que anhelamos, lo que deseamos, nuestra salud física o emocional, provision económica o material… o cualquier otra pasión (1 Juan 2:15-18) que pueda encontrarse alojada en nuestras mentes.- porque eso es lo usualmente esta en nuestras oraciones.
En la mayoría de las veces el centro de la oración es el creyente: Lo que yo quiero; Cómo yo me siento; Cuándo quiero mi respuesta y la manera en que la quiero. Pero Jesús nos enseña que el centro de la oración es Dios. Orar es una comunicación de intimidad y amor como la de un padre con sus hijos. Al venir delante del Padre eterno y soberano con nuestras peticiones, buscamos que la primera de ellas sea que su nombre sea glorificado. Buscamos que, de la manera en que Él decida contestar nuestra oración, su nombre sea atesorado y proclamado.
Dios siempre va a contestar nuestra oración con el propósito de que confiemos en que lo más precioso para nosotros es Dios, no lo que Él da.
2. La Confianza en la Oración: Cristo
1 Juan 5:12-15 nos muestra que la oración del creyente es expresada con confianza en Cristo, por Cristo, y para Cristo. Esta confianza radica en quien nos salvó y en quien nos sostiene.
“El que tiene al Hijo tiene la vida, y el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida. Estas cosas les he escrito a ustedes que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna. Esta es la confianza que tenemos delante de Él, que si pedimos cualquier cosa conforme a Su voluntad, Él nos oye. Y si sabemos que Él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hemos hecho.”
Los Discípulos entendían esta comunión con el Señor por medio de la oración a la perfección. Ellos habían escuchado las palabras de Jesús antes de Su ascensión y creían por fe que todo había sido puesto en Sus manos (Mateo 28:18a- “Toda autoridad me ha sido dada…”)
Es por esto que ellos podían entrar CONFIADAMENTE en comunión con el Señor mediante la oración porque habían creído y habían entendido las palabras de su Señor.
También podemos ver que la oración es un fruto de la fe salvífica que Dios nos dio por gracia. Una vez Cristo nos salvó para adopción a la familia de Dios, la oración es la expresión de nuestra fe en Dios.
Esta salvación tan segura en Cristo nos lleva a una plena confianza de venir ante Dios con un deleite mayor día a día para conocer más a nuestro Salvador.
La oración busca intensificar la relación existente entre el creyente y Jesús. Por lo tanto, la oración del creyente es una muestra de que ha nacido de nuevo, que tiene a Cristo como salvador y que confía plenamente en que va a contestar su oración. En la oración expresamos para qué hemos sido creados: conocer, adorar, y glorificar a Dios. Nosotros venimos a Dios en oración no porque nos portemos bien o solo cuando nos portamos mal, sino que venimos a Dios en todo tiempo, porque venimos ante Él en el nombre y la justicia de Cristo.
3. La ayuda en la oración: El Espíritu Santo
La oración no es una disciplina para que el creyente crezca en independencia de Dios. Todo lo contrario: es una disciplina para fortalecer al creyente en su dependencia del Señor.
En Romanos 8:26-27 encontramos la maravillosa verdad de la intercesión del Espíritu Santo para con los hijos de Dios. En este pasaje, Pablo habla acerca de la debilidad del creyente que no sabe qué orar. No sabe qué pedir, no sabe cómo entender la voluntad de Dios, no sabe por qué Dios permite esto o lo otro.
“De la misma manera, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. No sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Y Aquel que escudriña los corazones sabe cuál es el sentir del Espíritu, porque Él intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios.”
Los Discípulos sabían que ahora el Señor no estaría presente en cuerpo con ellos, pues había ascendido al cielo con el Padre. Ahora ellos estaban unánimes en oración, siguiendo las instrucciones del Señor esperando la promesa del Espíritu, el Consolador… otro como Jesús que estaría con ellos para siempre.
Habían hecho la travesía desde el Monte de los Olivos hasta Jerusalen (unos 1.2 KM aprox.) para eso era la promesa. Pero esto no lo hicieron solos o por su cuenta, lo hicieron en oración… reconociendo lo escuchado por el Señor “que todo era para la gloria del Padre, en la confianza puesta en el Hijo y por el poder del Espíritu Santo.”
— Claro, ese Espíritu no había llegado en plena capacidad, pero ya a ellos el Señor les había otorgado poder del Espíritu para hacer ciertas azañas, y ese poder estaba siendo utilizado en oración y sumisión al Señor en la espera de lo próximo que el Padre haría con ellos.
Cuando estamos en diferentes situaciones de nuestra vida, el Espíritu Santo toma nuestro lugar y va al Padre representándonos y pidiéndole lo que nosotros necesitamos.
El Padre escudriña y sabe lo que hay en nuestro corazón, ese nuevo corazón que busca y anhela por gracia obedecer y glorificar a Dios. Cristo hizo todo lo necesario para que nos acerquemos ante Dios con confianza. El Espíritu Santo intercede para que el Señor haga con nosotros lo que es conforme a su Santa voluntad.
¡Qué privilegio tan grande! Que Dios nos conceda Su Gracia para crecer en la disciplina del deleite de la oración.
A continuación, un modelo de oración basado en Efesios 1:15-23
Gracias Dios por permitirnos acercarnos a Ti para que te podamos glorificar y exaltar como solo Tu eres digno. Gracias por darnos salvación en Cristo y unirnos a Él para conocerte y amarte, porque Tú nos conociste y nos amaste desde la eternidad.
Qué gozo poder venir delante de ti confiando no en mis obras sino en las obras y justicia de Cristo.
Perdóname por mis pecados y por muchas veces no tener el gozo y la disciplina para orar. Gracias de nuevo por tu eterno amor en Cristo para conmigo.
Te pido que tanto a mí como a otros hermanos y hermanas nos des más de tu Espíritu para conocerte más y más.
Ayúdanos a estar siempre unánimes, en un solo pensar y sentir.
Ayudarnos a amarte, a serte fiel y a someternos a Tu perfecta voluntad.
Que este conocimiento de ti que nos permitas alcanzar, Padre, traiga fruto en mi vida espiritual, mi familia, mi iglesia, y mi comunidad. Que por medio de tu poder en Cristo pueda vivir conforme a tu voluntad y para tu gloria.
Confío en ti porque Tú eres mi Dios en Cristo y porque tu presencia reside en mí por medio del Espíritu Santo.
En el nombre sobre todo nombre, Cristo Jesús, Amén.
A.Colón
Coram Deo, En la Presencia del Señor