Estamos Ordenando Niños, No Guerreros

En el “nuevo evangelio” en el que vivimos con una cosmovisión de este mundo y no Biblica, los nuevos lideres llegan en jeans ajustados: voces aireadas, suaves, sonrisas como de terapeutas.

En los círculos conservadores y reformados, aparecen como hermanos de gran teología, con una barba que aparenta sabiduría, citando a los puritanos, disfrazándose de seriedad.

 Lideres niños con Uniforme de adulto… Pero cargando la misma debilidad.

  • Hombres con Maestrías y Doctorados en teología que pueden analizar griego, pero no tienes la sensación de que oran con sus esposas.

  • Hombres que hacen podcasts sobre el patriarcado con miles de seguidores, pero no muestran un liderazgo heroico en casa… en especial en medio de tribulaciones.

  • Hombres que sus voces suenan muy duro en los medios, pero están ausentes en el liderato de su hogar.

 Sí, entregamos nuestros púlpitos a los niños y luego nos preguntamos por qué se rinden “o se quitan” cuando llega la verdadera guerra. O peor aún, para ellos todo se convierte en una guerra.

¿Un argumento en Twitter? Guerra.

¿Una crítica al sermón? Guerra.

¿Alguien desafía sus ideas? Guerra.

 Hacen montañas de granos de arena porque nunca han escalado una montaña real. Sin cicatrices. Sin batallas. Solo rasguños disfrazados de historias de valor.

Es muy triste, porque esta aptitud también ha alcanzado a algunos pastores, predicadores y lideres que llevan muchos años de ministerio, y por ganar más números para su audiencia, sacrifican la verdad y le huyen a la verdadera batalla.

Se saben de memoria, predican y gritan Josué 1:9 NBLA “Se fuerte y se valiente” pero NO están dispuestos a vivir la vida de batalla, derrotas y sufrimiento que vivió Josué.

Los puritanos lo habrían llamado locura. Esperaban que un hombre se probara a sí mismo en el horno del hogar antes de tocar el púlpito. El hogar fue su primer púlpito. La mesa fue su primera congregación. En el campo familiar se llevó a cabo su primera liturgia.

¿Pero hoy? Entregamos púlpitos a los niños egocéntricos, pretenciosos y altivos, y luego nos sorprendemos cuando se derrumban bajo las llamas del verdadero fuego.

 

Por qué los púlpitos se suavizaron

Esto no sucedió por accidente. Esto no sucedió de la noche a la mañana…. Esto sucedió porque invertimos el orden de Dios.

 Los seminarios recompensan la personalidad, no la piedad… aplauden al orador no al predicador…

Un hombre puede aprobar sin problema sus exámenes de teología y obtener diplomas, pero nadie le pregunta si ha dirigido a su familia en la adoración. Puede explicar la Trinidad, pero nunca lo has visto pastorear su casa. Los seminarios gradúan a oradores pulidos, no pastores probados.

¿Que ha causado esto?… que tengamos púlpitos suavizados.

Las iglesias contratan por óptica, no por convicción…

Hoy día se aplaude el pastorado bi-vocacional, cuando la encomienda de seguir al Señor en Su ministerio era “dejarlo TODO atrás” De hecho, cuando Jesús envía a sus discípulos (no los Apóstoles, sino a los 70) de dos en dos les dijo:

 Lucas 10:4 NBLA

“No lleven bolsa, ni alforja, ni sandalias; y a nadie saluden por el camino.”

El Señor los encomendaba para que caminaran por fe, no por vista. NO esperando nada a cambio, y aun así les seria suplido todo. Era su Fe en el Señor la que les sostendría, y en el caminar serian probados por fuego.

Cabe destacar que No hay nada malo en tener una profesión u oficio para sostener el hogar… de echo, el Apostol Pablo construyo tiendas mientras se encontraba en Corinto, pero eso fue solo por un tiempo, pues el entendía cual había sido su llamado:

Hechos 18:1-5 NBLA

“Después de esto Pablo salió de Atenas y fue a Corinto. Allí se encontró con un judío que se llamaba Aquila, natural del Ponto, quien acababa de llegar de Italia con Priscila su mujer, pues el emperador Claudio había ordenado a todos los judíos que salieran de Roma. Pablo fue a verlos, y como él era del mismo oficio, se quedó con ellos y trabajaban juntos, pues el oficio de ellos era hacer tiendas de campaña. Y discutía en la sinagoga todos los días de reposo, tratando de persuadir a judíos y a griegos. Cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia, Pablo comenzó a dedicarse por completo a la predicación de la palabra, testificando solemnemente a los judíos que Jesús era el Cristo.

Pablo entendía su llamado y no negocio el privilegio y bendición de predicar la Palabra de Dios por los pocos centavos y poder momentáneo que le brindaba su negocio.

Hoy, tenemos pastores con trabajos extra y no tienen tiempo para preparar un buen mensaje expositivo. En esquemas de ventas piramidales, en trabajos seculares buscando empatar para poder continuar con el estilo de vida que llevan.

Hombres que han cambiado su llamado y vocación, por el modernismo, el lujo y una incorrecta cosmovisión.  

Por otra parte, los comités de púlpito babean por el carisma, la presencia en el escenario y la capacidad de relacionarse. Quieren a alguien que pueda atraer a una multitud, no resistir a los lobos. Hombres con el peinado de tendencia, la chaqueta de diseñador, los zapatos en cuero fino, dientes pulidos, vocablo y dicción. Eligen hombres que pueden manejar la óptica, que cuando miran su fachada convencen… pero no hombres que pueden sangrar por el rebaño y junto al rebaño.

¿Dónde quedaron los hombres como el joven David que peleaba con el oso, el lobo y el león?

 

La Revolución Terapéutica Reconfiguró el Pastorado

Absorbimos el evangelio de los sentimientos de la cultura, y los pastores se convirtieron en terapeutas con Biblias. El púlpito se convirtió en un sofá. La predicación se convirtió en manejo del tono. La verdad se volvió opcional, siempre y cuando se entregara con suavidad. Los pastores se convirtieron en anfitriones del escenario. Los generales se convirtieron en capellanes.

Hoy, los mensajes son: “tu puedes, se el mejor tu hoy, no dejes que nadie te humille, Dios tiene promesas para ti, dale a Dios para que El te dé, vive con pasión, etc.”

Pero, las Escrituras son claras y Dios ha establecido un orden de cómo debe ser ese guerrero del Señor. Dios siempre ha exigido que un hombre sea probado en lo ordinario antes de que se le confíe lo extraordinario.

Pablo lo expone con una claridad despiadada:

1 Timoteo 3:5

"Porque si alguno no sabe cómo administrar su propia casa, ¿cómo cuidará de la Iglesia de Dios?"

 La casa es el campo de pruebas. El liderazgo en la familia debe preceder al liderazgo en el rebaño. Si un hombre no puede proteger, instruir y guiar a los que están bajo su techo, ¿por qué debería alguien creer que puede proteger la casa de la fe?

 Pablo también advierte que un superintendente "no debe ser un recién convertido" (1 Timoteo 3:6). En otras palabras, debe cargar con años, cicatrices y un historial de perseverancia. La sabiduría no se calienta en el microondas, se forja en décadas de resistencia.

 Esta no fue solo la convicción de Pablo; era el modelo del Señor.

  • Moisés pasó cuarenta años en Madián cuidando ovejas antes de liderar a Israel.

  • David pastoreó rebaños en la oscuridad antes de pastorear un reino.

  • Jesús pasó treinta años en obediencia oculta antes de tres años de ministerio público.

  • Los apóstoles fueron discipulados durante años antes de que fueran desatados para poner el mundo patas arriba.

En todos los casos, lo privado estaba antes que lo público. La casa antes que el púlpito. Las cicatrices antes del escenario.

Pero hemos cambiado el orden. Enviamos a los púlpitos a hombres que aún no se han parado como hombres en sus hogares. Los ordenamos por dones, no por determinación. Los medimos por grados, no por décadas.

 El orden bíblico no ha cambiado… Simplemente dejamos de obedecerlo.

 

La Crisis de la Ordenación Prematura

Aquí está la pregunta difícil: dada la debilidad de nuestros tiempos, ¿deberíamos permitir que los jóvenes sirvan como pastores?

Los puritanos esperaban que un hombre sangrara en las trincheras de la vida familiar antes de pastorear una congregación. Pablo insistió en que un pastor debe tener niños bajo su cuidado y bajo su autoridad. Eso significa que su familia ha sido probada el tiempo suficiente para revelar su carácter.

¿Pero hoy? Ordenamos a hombres de entre veinte y treinta años. Apenas han aprendido a liderarse a sí mismos, y mucho menos a una esposa, y mucho menos a sus hijos, y mucho menos a una iglesia. Pueden tener un título. Pueden tener talento. Pero no tienen cicatrices.

Esto NO quiere decir que todo pastor joven no es útil para la obra… pero si quiere decir que estos pastores jóvenes deben ser probados primero, en carácter, moral y capacidad de batalla antes de ir a la guerra.

Así que permítanme preguntarlo claramente: ¿debería un hombre ser considerado para el oficio de pastor antes de los cuarenta o cincuenta años?

 Pregúntele a un hombre que fue ordenado a finales de los veinte o principios de los treinta y perduró hasta los cincuenta años, y probablemente le dirá lo mismo: “debería haber esperado.” Esa es la diferencia que hace la madurez.

El joven está ansioso por correr hacia el escenario. El hombre mayor siente el peso del oficio. El joven piensa en la oportunidad. El hombre mayor piensa en la responsabilidad.

Cincuenta no es un número mágico. Pero para entonces, un hombre ha escalado montañas reales. Sus hijos son mayores, tal vez adultos. Su matrimonio ha sido puesto a prueba, tal vez grandes pruebas. Su fidelidad, o sus fracasos, son visibles en el espejo retrovisor de décadas, no solo meses.

Los hombres mayores llevan cicatrices. Han pasado por valles. Han sufrido pérdidas. Se han enfrentado a la rutina del trabajo, la familia, la enfermedad y la tentación, y han soportado. No te preguntas si han peleado batallas. Puedes verlo, puedes palparlo, puedes sentirlo.

Vivimos en una época de hombres débiles, no todos, pero cada vez son más. Tal vez la Iglesia necesita elevar la vara. Tal vez los púlpitos serían más fuertes si los llenáramos con hombres experimentados forjados en la adversidad, no con jóvenes preparados para un escenario.

Lo que Debemos Recuperar

La respuesta no es el cambio de marca. Es la reforma.

  • El Hogar antes que el Púlpito… Si un hombre no guía a su esposa e hijos, no tiene por qué guiar el rebaño.

  • El Discipulado antes que el Grado… Un diploma no puede sustituir las cicatrices obtenidas en obediencia. El estudio diligente es importante y necesario, pero NO sustituye las cicatrices de la guerra.

  • Pastores y Maestros, no anfitriones de escenario… Necesitamos hombres que rugan la verdad, no hombres que masajeen el tono. No necesitamos psicólogos o terapeutas, necesitamos lideres que vallan al frente en el campo de batalla.

A la Iglesia no le falta talento. Carece de hombres probados por montañas, no de niños jugando en granos de arena.

Dejemos de Convertir Niños en Pastores

El ministerio nunca hará al hombre. Pero la verdadera hombría, la hombría bíblica, forjará ministros que puedan resistir el infierno mismo.

Necesitamos hombres que hayan matado al dragón de la lujuria antes de predicar acerca de la santidad.

Hombres que han soportado la rutina de la paternidad antes de reclamar el título de pastor.

Hombres que han escalado montañas en secreto, no niños que confunden rasguños con cicatrices.

"Velad, estad firmes en la fe, actuad como hombres, sed fuertes." — 1 Corintios 16:13

Si queremos púlpitos fuertes, primero debemos levantar hombres fuertes. Dejemos de ordenar niños. Dejemos de aplaudir las barbas, los diplomas y la suave oratoria, el peinado, el atuendo o su espectacular sustento. Demandemos ver las cicatrices…  Estas mostraran al líder probado en batalla.

Editado y Traducido al español por: A.Colon

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